Por Ricardo J. Delpiano
Foto: Felipe Muñoz |
En términos anuales, la variación continúa una tendencia a la baja con una caída en los precios de los pasajes aéreos en 35,3% entre los meses de enero y julio, y un descenso de 26,1 puntos porcentuales para los últimos doce meses. El descenso registrado acompaña a otras bajas significativas que han registrado los pasajes aéreos como la ocurrida en el mes de enero 2016.
Tanto las variaciones mensuales como interanuales son las mayores registradas en el último tiempo. Entre las razones que permiten entender estos resultados están la mayor competencia producida en el sector, especialmente ante la introducción o profundización de nuevos modelos de negocios de las líneas aéreas y la capacidad de estas, para incentivar la demanda a través de tarifas promocionales, necesarias para compensar el incremento en la oferta de asientos y estimular los viajes aéreos ante un escenario económico del país más adverso y desafiante.
La mayor cantidad de asientos se atribuye directamente a la generación de mayores eficiencias por parte de las aerolíneas para disminuir sus costos de operación, especialmente con la introducción de aeronaves de mayor capacidad y el aumento de frecuencias a los distintos destinos donde operan.
La menor demanda en los pasajes aéreos a la que se refiere el INE es aquella que se desprende por el escenario complejo que enfrenta la economía chilena y el impacto en la percepción por parte de la población. Esta interpretación tiene una visualización parcial en la realidad debido a los mecanismos de incentivo que las líneas aéreas poseen –producto de sus modelos de negocios- impulsan la cantidad de pasajeros en vuelos nacionales o internacionales, tal como queda reflejada en las tasas de tráfico que mensualmente entrega la Junta Aeronáutica Civil (JAC).
Un reflejo directo del impacto del menor dinamismo de la economía de Chile en el sector es la menor rentabilidad que las líneas aéreas están percibiendo por pasajero transportado, ítem que no guarda relación con la cantidad de personas que se mueven por avión. Comúnmente existe la creencia popular de que un vuelo lleno es sinónimo de vuelo rentable, interpretación que no es correcta y que por lo mismo no es un indicador adecuado para reflejar un buen momento de la industria.
Desde 2007, Chile es un mercado caracterizado por las bajas tarifas. Inicialmente, esta realidad fue atribuida al impacto que generó en el país el cambio en el modelo de negocios en rutas domésticas que LAN (hoy LATAM) impuso y que posteriormente, extendió más allá de las fronteras como parte de la transformación de su negocio hacia un modelo híbrido, principalmente en vuelos de corto alcance.
El escenario anteriormente descrito se reafirma a partir de septiembre de 2015, cuando Sky anuncia sus intenciones de transformarse en una línea aérea de bajo costo y tarifas bajas (LCC, por sus siglas en inglés), cuyo impacto generó un efecto-respuesta en la competencia (LATAM) creando un dinamismo en la demanda a través de precios bajos y que han permitido revertir la tendencia al estancamiento y/o a la baja que el tráfico doméstico venía mostrando en el transcurso del año anterior.
La baja significativa en los precios en los pasajes aéreos no guarda relación con una supuesta “guerra de tarifas” sino que constituye un reflejo explícito de una competencia sana entre las dos principales líneas aéreas chilenas, las que a través de sus respectivos modelos de negocios, están entregando mayores alternativas a los usuarios al momento de escoger una u otra empresa y facilidades para viajar.
El concepto “guerra de tarifas” no es aplicable a la realidad actual del transporte aéreo chileno, ya que este está asociado a una política predatoria en la que dos o más competidores con similar modelo de negocios comienzan a disminuir sus precios estructurales, incluso por debajo del punto de equilibrio, con el fin de obtener el corto plazo una mayor participación, factores de ocupación o visualización en el mercado frente al resto. En respuesta, la competencia actúa de una manera similar reduciendo aún más sus precios y así, sucesivamente.
Generalmente este tipo de prácticas no son sostenibles en el tiempo y como consecuencia, terminan afectando a los operadores más débiles con la salida del mercado. Como se trata de una política agresiva, las bajas tarifas estructurales se traducen en menores ingresos que pueden a ser menores que los costos pudiendo comprometer aspectos sensibles como la seguridad del transporte o la situación interna. La guerra de tarifas es suicida para la industria aérea y si bien puede aumentar el número de pasajeros por avión en el corto plazo, no se traduce en ingresos ni beneficios que inciden en la desaparición de los operadores más débiles y por consiguiente, afectan al consumidor.
Independiente del contexto económico del país, la baja de los precios en los pasajes aéreos que INE muestra en sus estadísticas es una muestra de la capacidad de las líneas aéreas para continuar acercando el viaje en avión a una mayor cantidad de personas. Para continuar impulsando a la aviación como un medio masivo de transporte, las líneas aéreas necesitan herramientas de apoyo de parte de todos los sectores, especialmente de los Gobiernos, los aeropuertos y los servicios de navegación aérea, entre otros, a través de políticas públicas, inversión constante en infraestructura y el cobro de tasas aéreas justas.
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