Por Ricardo J. Delpiano
Foto: Felipe Muñoz |
Las líneas aéreas nacionales como aquellas que operan en el país, constituyeron la principal capacidad de respuesta frente al escenario más desafiante. Distintas iniciativas comerciales, mayor oferta, reducción de costos y la generación de eficiencias en su operación, constituyeron las principales acciones –principalmente desde la perspectiva del usuario- para enfrentar un año complejo.
En una rápida revisión del año existen tres hechos que destacan, dos de carácter positivo y uno negativo. Entre los aspectos positivos figuran el anuncio de Sky Airline por transformarse en una compañía de bajo costo y tarifas bajas, hecho inédito y poco esperado para la aviación comercial chilena, y el inicio de la nueva concesión del aeropuerto Arturo Merino Benítez de Santiago. Como contraparte, los dos paros aeronáuticos por parte de la protesta de la Asociación Nacional de Funcionarios de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) fueron la nota negativa del año, principalmente por los efectos en el país y la ausencia de respuestas efectivas de parte de los organismos competentes.
El anuncio de Sky por cambiar su modelo de negocios constituye un punto de inflexión en la historia aeronáutica de Chile. Por primera vez, el país tendría una aerolínea de bajo costo y tarifas bajas similar a como existen en otras regiones del mundo y en un mercado con condiciones atípicas para este modelo de línea aérea, por la concentración demográfica y económica en una parte del país, la ausencia de polos de desarrollo regionales y la presencia de un mercado ya conformado por tarifas bajas.
Sky se ha propuesto la ambiciosa meta de que el modelo de bajo costo y tarifas bajas es posible desarrollarlo en Chile. En la industria se dice que modelos de negocios en aviación existen en igual número de compañías aéreas, por lo mismo, la transición que pretende realizar Sky es una adaptación a la realidad local.
Más que el anuncio en sí, acción de Sky destaca por los efectos que genera. Primero, en la propia empresa que fija un horizonte claro de su negocio con objetivos claros que orientan el quehacer diario. En segundo lugar, en el mercado que mediante las bajas tarifas y una acción adecuada se crea un impacto en los usuarios y se incentiva la demanda, la que a su vez provoca una respuesta en la competencia y en su conjunto genera un dinamismo en la aviación. Como consecuencia del cambio de modelo de negocios de Sky, el tráfico de pasajeros dentro de Chile rompe su estancamiento en los últimos meses, se genera un descenso en los precios de los pasajes aéreos y provoca una verdadera competencia en la aviación chilena con distintos modelos de negocios presentes que benefician directamente al usuario.
Un aspecto interesante de destacar es que por primera vez en la historia reciente de Chile, es que un operador que no es el actor dominante logra generar un impacto significativo en el mercado aéreo nacional, hecho que refleja una verdadera maduración de la industria en comparación a épocas anteriores con una igualdad de oportunidades donde competidores grandes, medianos o pequeños pueden ser protagonistas.
Foto: Miguel Cano Alva |
Nuevo Pudahuel, sociedad concesionaria conformada por Aéroports De Paris (45%), Vinci Airports (40%) y Astaldi Concessioni (15%), se ha propuesto hacer del aeropuerto de Santiago el “mejor de Sudamérica” y colocarlo dentro del “top 100” del mundo. Para esto gestionará la operación y el desarrollo comercial de la infraestructura, la ampliación de la capacidad actual de 16 millones de pasajeros por año a 30 millones con potencial de alcanzar los 45 millones, y el desarrollo del tráfico aéreo, dando cuenta de la generación de un marketing aeroportuario dentro de una dimensión regional.
Si bien el nuevo concesionario arriba con una propuesta de cambio, su aterrizaje debe ser entendido como la continuación de un proceso natural dentro del sistema aeroportuario chileno, en la que la visión del negocio del nuevo administrador busca satisfacer otro tipo de necesidades acorde a los tiempos actuales y futuros.
En 2015, Chile vivió dos paros aeronáuticos significativos generados por la acción de los funcionarios de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) ante la falta de respuestas a sus demandas, especialmente relacionadas con su situación previsional. El primer paro ocurrió en septiembre y tuvo una duración de un día, jornada en la que ningún avión pudo despegar. El segundo tuvo lugar en el mes de diciembre y si bien contemplaba dos días de movilización, se extendió a cuatro jornadas en las que si bien se realizaron vuelos, aspectos como la seguridad operacional y la confianza en las instituciones aeronáuticas y del Estado se vieron seriamente cuestionadas.
Las acciones de fuerza constituyen sin dudas el hecho más negativo del año. Más allá de las razones del conflicto, los paros aeronáuticos sobresalen por la escasa capacidad del propio Estado, primero para anticipar, mitigar y/o solucionar problemas arrastrados por años al interior de sus organismos, y en segundo lugar para actuar, cuya acción tardía y ampliamente cuestionada por las medidas tomadas, las que no sólo afectaron principios fundamentales de la aviación como es la seguridad de las operaciones sino que mermaron la confianza en las autoridades y en las propias instituciones, algo inédito en la aviación chilena.
Ad portas de un nuevo año y ante los últimos hechos acontecidos, pareciera existir una asimetría creciente que impone desafíos a la aviación chilena. Por lo mismo, alinear objetivos y recuperar una verdadera capacidad de trabajo conjunta y visionaria parecieran tareas inmediatas a realizar, con el fin de que Chile vuelva a recuperar esa capacidad de crecimiento, característica por la que siempre se caracterizó.
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