En la mañana del martes 11 de septiembre de 2001, cuatro aviones comerciales de dos de las emblemáticas aerolíneas norteamericanas fueron usados como armas de destrucción de masiva contra los símbolos del poder económico, militar y político de Estados Unidos, el país hegemón mundial y que hasta ese día no había sido objeto de un ataque en su propio territorio, al menos en sus últimos cincuenta años.
La seguridad internacional, la economía, las relaciones internacionales, el modo como nos movilizamos cambiaron tras ese fatídico día. El transporte aéreo mundial como fiel reflejo de la realidad sufrió una de las crisis más grandes de su historia, donde el incremento en la seguridad y los costes asociados a ella, así como las consecuencias durante los años posteriores, obligó a la industria de la aviación a reorganizarse en todo sentido generando un nuevo concepto en lo que ha trasporte aéreo se refiere.
Un nuevo concepto de seguridad en aeropuertos y a bordo de los aviones, así como mayores costos asociados al viaje por avión, son parte del nuevo escenario, el cual tras diez años los consideramos como algo ya natural propio del mundo en que vivimos, independiente de la existencia o no de este wahabbi, personaje a quien Estados Unidos hizo símbolo del terrorismo mundial y un “ícono del mal” al cual hay había que vencer a toda costa, argumento que sustentó parte importante del quehacer de ese país en política exterior.
Hoy, a pocos meses de cumplirse diez años de aquellos fatídicos hechos que cambiaron trascendentalmente el sistema político y económico mundial, el mundo despertó el día lunes con el anuncio de la muerte de Osama Bin Laden.
A pesar de las celebraciones generadas tras el discurso del Presidente Obama tanto en la población norteamericana como en los apoyos de distintos países del mundo, la situación política del mundo poco cambia tras del líder de Al Qaeda. Precisamente porque la seguridad o mejor dicho la sensación de inseguridad persistirán en el futuro, esperando quizás una posible represalia que nadie sabe cuándo llegará. Los actores del sistema político internacional lo saben y tras el discurso se activaron nuevamente las alertas, evidenciando precisamente la persistencia de la incertidumbre instaurada hace diez años. En Chile, como parte del sistema internacional, los atención también aumentó, aunque la autoridad competente indicó que "las posibilidades de un atentado son mínimas".
Como ha sido la tónica en este tiempo, la aviación mundial nuevamente será receptora de las consecuencias de la política internacional y como tal, difícilmente veremos un cambio importante en los modos de viajar y en las medidas de seguridad a las cuales está sujeto el transporte aéreo. Más revisiones en los aeropuertos, incorporación de nueva tecnología para la seguridad, restricciones a bordo, distintos procedimientos y otras tantas restricciones, que ya hemos asumido, continuarán en el futuro.
Precisamente, porque mientras la muerte de Bin Laden es difundida como un nuevo logro por parte de Estados Unidos, el triunfo contra el “ícono del mal” posee una repercusión más interna dentro del contexto político norteamericana, el cual el cual podrá sacar fructíferos dividendos inmediatos, el gran vencedor de este conflicto entre Oriente y Occidente creado tras el 11-S, seguirá siendo es el propio Osama, quien logró insertar atacar el país que se consideraba el más seguro del planeta e instalar en todo occidente una intranquilidad y miedo permanente la intranquilidad y un miedo permanente, donde cualquier objeto puede ser usado como arma de destrucción, tal como ocurrió una década cuando un avión, herramienta de integración y desarrollo de naciones fue utilizado para el infundir el terror en ellas.
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