Transición para el cambio

Por Ricardo J. Delpiano

Tras superar su capacidad para la cual estaba inicialmente proyectado, el terminal del aeropuerto de Santiago se prepara para vivir una nueva fase de obras que lo debieran preparar para lo que será el nuevo aeropuerto capitalino del futuro. Una etapa decisiva que puede ser considerada como la transición entre la infraestructura que hoy conocemos a lo que será el nuevo terminal.

Para ello, a mediados de noviembre el Ministerio de Obras Públicas en conjunto con SCL Terminal Aéreo de Santiago (concesionaria que administra actualmente el terminal) anunciaron un acuerdo para ampliar las actuales instalaciones y aprovechar de mejor manera los espacios del edificio, permitiendo incrementar la capacidad hasta los 14 millones de pasajeros de aquí al 2013, cifra no muy lejana si consideramos que sólo este año, el aeropuerto ha movilizado cerca de 10 millones de pasajeros, según el último dato disponible (octubre 2011).

El aumento del flujo de pasajeros ha puesto a prueba la capacidad del aeropuerto. Foto: Ricardo J. Delpiano

De acuerdo a lo anunciado en noviembre, las obras comenzarán durante 2012 y estarán listas a fines de 2013 y contemplan ampliación de los puestos de control en Policía Internacional (de 24 a 35), nuevos ingresos al edificio, cuatro posiciones de revisión en la zona de llegadas, ampliación de mil metros cuadrados el nivel 1 y el hall de embarque nacional. Junto a ello y en forma paralela, la Dirección de Aeropuertos habilitará 16 nuevas posiciones remotas de estacionamientos de aeronaves, permitiendo atender un mayor número de aviones.

Tomando en cuenta el detalle de las obras anunciadas, se puede apreciar que los trabajos a realizar se orientan a amortizar el publicitado “colapso” del terminal, especialmente en horas punta cuando se concentra el mayor flujo de tráfico, es decir entre las seis y nueve de la mañana, al mediodía y, durante las últimas horas de la tarde entre las 18 y 21 horas.

A pesar del anuncio, las obras llegarán en un año clave cuando nuevas aeronaves de mayor capacidad arribarán al país (Boeing 747-400 y B787s) y el mercado chileno verá la llegada de dos nuevos actores: Qantas Airways desde marzo próximo y Pluna en rutas domésticas. A esto se deberá agregar el aumento de las operaciones que los actuales operadores ya están realizando (Aeroméxico, Air France por ejemplo) y la posibilidad que podría darse para que nuevas aerolíneas ingresen al mercado, una vez que LATAM Airlines oficialice la alianza a la que pertenecerá y se finalice esta etapa de reorganización de operadores dentro del sistema aeronáutico latinoamericano.

El explosivo crecimiento del flujo de pasajeros y de las operaciones a partir del 2006 como consecuencia de la introducción de nuevas políticas de estímulo a la demanda por parte de las líneas aéreas, la mejor percepción de la economía del país y el descenso en el tipo de cambio, supuso importantes desafíos a la red aeroportuaria nacional. Esto obligó a las instituciones del país a actuar en forma rápida, lanzando el segundo plan de concesiones de aeropuertos y aeródromos, el cual busca adaptar la actual infraestructura a la nueva realidad. 

En el caso del aeropuerto de Santiago y como una respuesta al significativo crecimiento, el actual concesionario presentó en 2008 una alternativa de ampliación del terminal, el cual de haber prosperado podría haber sido la solución temporal al problema que hoy enfrenta el principal terminal aéreo, adelantando la transición entre el actual y la futura infraestructura que recién se comenzará a vivir a partir del próximo año. Cabe recordar que el proyecto inicial de ampliación del aeropuerto, fue desechado por el gobierno anterior a favor de una opción más a largo plazo y que fue conocida como “Plan Maestro para el Aeropuerto de Santiago”.

Si bien las variables que explican el significativo crecimiento del tráfico aéreo se dieron en forma inesperada, el dinamismo que la industria aérea está mostrando en los últimos años, deben ser un punto de referencia importante a considerar en el diseño de las políticas, de manera de poder anticiparse en la medida de lo posible a los desafíos futuros.